“El Extraño”
(2016) es una brillante película de terror coreana difícil de encasillar. Con
una maestría poco frecuente en nuestros días, que sería, en realidad “un tiro
en el pie” para cualquier director que quisiera realizar una película de terror
y recrear una atmosfera agobiante, Na Hong-jin, ha sido capaz, entre otras
cosas de conjugar el humor en su excelente, elegante y terrorífica propuesta. Y
no sólo eso, el director coreano ha logrado, con la misma eficacia, introducir
una variopinta mezcla de géneros en su película que hará las delicias de todos
los aficionados, exorcismos, zombis, asesinos en serie, fantasmas, virus
asesinos, etc. se dan cita en el maravilloso guión del propio Na Hong-jin. Y es
que “El Extraño” es una película realmente perturbadora y extraña.
Un “mal”
poco definido pero desgarrador y sanguinario ha brotado, como un extraño germen
en el seno de una pequeña y tranquila comunidad coreana, enclavada en un
paradisiaco lugar. Un “mal” que parece emanar de la figura de un sombrío personaje, al que
denominan el “japones”. Pero el “japones” toca la fibra del espectador porque simboliza
al protagonista de todas las historias escalofriantes que se cuentan al calor
de la chimenea y que nadie quiere creer, porque su origen se pierde entre
rumores y brumas. En la película, el “japonés” es un sigiloso extranjero
infiltrado en una entrañable comunidad que lo observa como una amenaza latente,
y más aún cuando ha elegido vivir aislado lejos del “rebaño”. Y las miradas se
vuelven más inquisitoriales cuando horrendos e inexplicables asesinatos
aparecen en el pueblo con la misma facilidad que la omnipresente lluvia que
envuelve al film constantemente. Lo más extraño es que, los asesinos son
algunos vecinos que, inexplicablemente, acaban con la vida de sus familiares y
amigos, aniquilando las reglas de la perfecta y modélica convivencia que
reinaba en el pueblo hasta entonces. Todos sospechan del “japonés”. El
extranjero vive enclaustrado en la frondosa montaña, en una casucha donde
encierra los horrores y las respuestas que todos buscan. El “japonés” se
mantiene al margen de todas las muertes, pero dejándose ver en todas ellas,
aunque sólo sea en el pensamiento del protagonista. Un agente de policía que
pronto descubre que su investigación le llevará a enfrentarse con un poderoso y
siniestro “mal”.
Todos piensan que el “japonés” no es una persona de carne y
hueso. Se trata de un siniestro fantasma que logra apoderarse del alma de sus
víctimas para convertirlas en potenciales asesinos. Na Hong-jin desarrolla este
concepto con lucidez y consigue que el espectador recorra una autentica montaña
rusa de sensaciones en busca de respuestas trascendentales igual que el
protagonista. Cuando la joven hija del policía parece estar poseída por esa extraña
fuerza oscura, su padre, antes de que los acontecimientos se precipiten en una
orgia de sangre, toma una drástica determinación. De ser un hombre torpe,
apocado y poco dado a heroicidades, decide, por el amor a una hija, enfrentarse
al “japonés” cara a cara, con la ayuda de un traductor que resulta ser un
aspirante a sacerdote, sin duda, un inteligente mensaje del director a la
audiencia...
Cuando las
contundentes amenazas del protagonista no surten su efecto para que el
extranjero se marche del pueblo… se
desata la locura... Acompañado de un variopinto grupo de amigos, el policía
decide que es el momento de la verdad. Sin saber si se enfrentan a un mortal
asesino o a un fantasma diabólico deciden ir a matarlo… La “caza” y aparente “muerte”
del “fantasma” es una de las partes más brillantes de la película. Pero cuando el
protagonista descubre que el “fantasma” continúa vivo, y que su hija sigue bajo
su embrujo, se convencen que están frente a un ente sobrenatural, y deciden
recurrir a un chamán, para que lo confronte con sus mismas armas invisibles. Y
en esta parte del metraje, Na Hong-jin revela toda su inspiración y
originalidad en un enfrentamiento entre la luz y la oscuridad. Entre la vida y
la muerte. Entre los canticos y sacrificios del chaman, y los rituales oscuros
del fantasma en la soledad de la montaña. Sin duda uno de los momentos más
álgidos y espectaculares de la película. Pero el impresionante guión de Na Hong-jin reserva muchos
sobresaltos y giros argumentales difíciles de expresar en palabras… E incluso,
logra lo imposible, que el espectador por unos segundos sienta compasión y no
termine de entender porqué el fantasma parece una simple persona asustada y
presa de sus miedos… algo no cuadra… pero ya es tarde el espectador ha caído en
la trampa de Na Hong-jin… ya no sabe a dónde le quiere llevar el director de la
película…
Pero Na
Hong-jin, sin titubear, eleva la apuesta. El final del film es sencillamente de
lo mejor que se ha visto en el cine de terror en los últimos años. El fantasma
pasa durante algunos momentos de verdugo a víctima. Y de victima a salvador,
cuando la trama ofrece ahora una imprevista vuelta de tuerca y una joven del
pueblo es señalada como el verdadero fantasma que mueve los hilos en las
sombras. Parece que el “japones” es en realidad un chaman, un héroe silencioso
y sacrificado que también quiere liberar al pueblo de la terrible amenaza
invisible… Mientras se desarrolla todos estos acontecimientos, en paralelo, el
joven traductor que aspira a ser sacerdote, convencido por un viejo cura que
todas las historias sobre el fantasma son cuentos y palabrerías, e incluso
herejías contra la propia Iglesia, decide ir a la montaña para matar a la
persona de carne y hueso que ha hecho dudar a todo el pueblo.
Uno de los
momentos más tensos de la película es cuando el espectador se debate en una
escalofriante interrogante para descubrir si el fantasma es en realidad la
mujer o el japonés. La decisión que nos une al protagonista es vital porque de
ella depende la vida de la familia del policía… Y el director se toma su
tiempo…
El joven
sacerdote, despacio y empuñando una guadaña, entra en una profunda y oscura
cueva para revelar la verdad al espectador… Cuando se encuentra frente al
“japones” ya no está tan seguro que se trate de una persona, y sumergido en un
mar de dudas, su contrincante termina por desarmarle cuando le espeta ¿qué
crees que soy?... y de nuevo, entre sombras y reflejos de llamas, el “japones”
vuelve a sus orígenes como un perturbador asesino sobrenatural que ahora si
revela su propio aspecto como le pide su visitante nocturno… Ante el sacerdote,
se transmuta en un pavoroso demonio… Al mismo tiempo… el policía descubre el
engaño y contempla horrorizado como su hija ensangrentada y con la mirada
perdida ha matado a su esposa y suegra…
En esos
momentos trepidantes, en un demoledor giro de 360 grados, la misteriosa
mujer/fantasma y el propio chaman/salvador, parecen haber sucumbido, al demonio
y obrar bajo su influjo y dominio, lo que descoloca por completo al espectador
que de la silla se sitúa al borde del abismo… el lugar que Na Hong-jin quiere
mostrarle… todos los elementos que parecían enfrentados aparecen ahora operando
bajo la misma batuta… para el “diablo”… el “Mal” que azotaba el pueblo no era
terrenal… Tal y como lo expresa el film, existen fuerzas diabólicas que
“pescan” por diversión almas para ofrecernos una pincelada del horror que nos
puede esperar en el infierno…
V. TEPES