La trama es interesante, un grupo de jóvenes viajan hasta una apartada cabaña para pasar unas vacaciones y, allí, sin pretenderlo, a través de las páginas de un antiquísimo libro, abren las puertas de un oscuro y violento infierno…
Con una
dirección innovadora, Raimi ofrece un amplio y espectacular recurso de planos
que brindan una inédita y atractiva perspectiva a una historia que, en un
principio, podría parecer harto conocida por los seguidores del cine de terror.
Sam Raimi
otorga al film de una crudeza y tono documental que hace muy creíble toda la
historia, creando una atmosfera espesa y lúgubre. Y es que el director era muy
consciente que la carencia de medios podía solventarse con muchas dosis de
talento por lo que se deleita colocando la cámara en los lugares más
imprevisibles para lograr impactantes efectos visuales. Planos de 360 grados,
planos cortos, cenitales, contrapicados, subjetivos, etc. un autentico recital
para mantener la atención y la tensión en los espectadores. Pocas veces se ha
visto en el cine tanta creatividad visual a la hora de contar una historia…
Pero además,
no contento con esto, Sam Raimi, inserta, con brillante acierto, otro
protagonista en la cinta, el sonido, otorgándole a todo el film un clima de
pesadilla bastante logrado. Y es que, a parte de una música absorbente, el uso
de los sonidos “comunes”, como simples golpes, la maquinaria de un reloj, o, por
ejemplo, el ruido de unas llaves, se convierten, de la mano del director, en
inesperados transmisores del horror.
También es meritorio,
el exquisito gusto de Raimi por ofrecer un “gore” medido y calculado para elevar
hasta su frenético y apoteósico final la trama de la película… que se revela,
con el paso de los minutos, en un angustioso y terrorífico viaje hacia lo más
profundo de las pesadillas humanas…
Un descenso hasta los infiernos de la razón
donde habitan los más pavorosos demonios… Escenificado de forma impecable por
Sam Raimi, en la secuencia del protagonista en el sótano, donde la “locura”
parece querer apoderarse de su mente, y que concluye con un impactante plano de
Bruce Campbell desde detrás del péndulo de un reloj…
Y como no
podía ser de otra forma, el final de “Posesión Infernal” es como el despertar
de una grotesca pesadilla… seco y desgarrador como la hoja de un cuchillo… con
el protagonista a merced de la omnipresente entidad demoniaca que, sin ser
visible en ningún momento de la película, produce un terror infinito con su
persecución implacable desde los inicios del metraje…
Por tanto,
Posesión Infernal no es sólo una obra maestra del cine de Terror, sino una obra
de referencia y estudio para todos los estudiantes del séptimo arte…
V. TEPES
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